martes, 13 de mayo de 2008

Libros

La mejor forma de voltearse a una mina




¿Quién no se sorprendió a si mismo alguna vez diciendo “en serio, a mi también me encanta Isabel Allende, creo que capta la esencia de la vida” o alguna otra barrabasada por el estilo para levantarse a una mina? Y no es algo raro, lo raro es que a veces funciona. Los hombres, desde el principio de los tiempos, han sabido valerse de los más ingeniosos artilugios que sus mentes (ofuscadas por las hormonas en estado de ebullición, claro está) han podido elucubrar, siempre a riesgo de decir una gansada o de generar algún bofetón como única respuesta posible de una dama agraviada. Con la evolución de la lengua y el advenimiento de la globalización global grandes obras literarias han surgido en el marco de la elaboración piropística, tal es el caso del recordado verso que reza “me gustaría ser, amor mío, un pirata, para encontrar el tesoro entre tus patas” o “hay mi amor con ese culo debes cagar garotos”, pero como advertíamos, en este mundo globalizado el romanticismo pasó de moda hace rato, y muchos jóvenes a quienes las nuevas tendencias se les escapan como el correcaminos al coyote, no tienen otra opción más que apegarse a los clásicos, tales como el chamuyo moderno o bien improvisar, cosa ya más difícil y utilizadas por los capo-capo, método sobre el cual, lamentablemente, no pudimos obtener información suficiente ya que sus conocedores se encontraban demasiado ocupados teniendo sexo con unas gemelas suecas o asiáticas. Pero lo que sí alcanzamos a ratificar es el hecho de que los libros han servido y seguirán sirviendo a los hombres para conseguir nenas, tal es el caso de Martín Waxca, el predicador, que según antiguos escritos, se memorizo el Libro de las Congratulaciones y simuló (sobre este punto hay distintas interpretaciones a lo largo de la historia, hay quienes afirman que de hecho lo creía y que se hacía llamar “El hijo del Gran Lagarto”) ser el Mesías y poseer derecho divino para “santificar” a todas las doncellas, método que luego sería retomado por los predicadores de distintas épocas. Pero lejos de casos tan extremos, muchos jóvenes escasos de aptitudes para mentir descaradamente y de talento para la estafa sexual se han valido de técnicas mucho más simples, cómo pretender conocer a un autor cuya obra embeleza a las chicuelas y luego buscar resúmenes de dicha obra en Internet para sustentar sus engaños. Estos son los pequeños héroes de todos los días, los que sin poseer talento, labia ni ninguna otra arma, más que el amor propio, y ganas de triunfar en la cama de una joven que creerá sus palabras, y ellos mismos las creerán, porque saben que están actuando en pos de una causa milenaria, superior a cualquier ser humano. El hambre de gol, que le dicen.
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Aquí San Pedernera, discípulo del Hijo del Gran Lagarto,
leyendo en braile durante una de sus misiones, para
fifarse a una chica ciega.

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