Tál cómo se viene auspiciando desde muchos años, el 9 de Julio es una festividad de carácter benedictino en la que el pueblo en sus facciones más alocadas se mezcla en las calles con el elemento militarazado a beber del chocolate caliente de la paz encubierta. Celebramos activamente la participación de aquellos próceres que declararon la independencia en el marco de un operativo de contrabando de pepas coloniales (eran de corcho) y que en una maximización de las libertades sexuales esbozaron una Constitución y festejaron con el primer sacudón de características parlamentarias. Todos los años los festejos se centralizan en la centralizante capital de la republica, y los noticieros aprovechan para mandar fruta y mostrar a todos borrachos o de paco, este año se organizaron de manera muy confunsa un desfile mañanero en que se postularon las distintas milicias separatistas, las agrupaciones más desofilantes y las minorías menos presentables. Y luego un Gay Friendly Parade en el Regimiento de los Patricks (cambian de nombre para la acontecida ocasión), eso hasta la noche cuando la movida se descontroló de sus cabales y conculminaría para volver a comenzar luego en Los Bosques de Palermo y se degeneraría cuando rumbeara rumbo a once. Ahí fue cuando cayó la presidenta acompañada de un hombre con mordaza vestido de cuero y una bolsa para todos, cual Papá Noel farmacológico del conglomerado. También se organizó una movida hipona, una tailandesa y otra rave pastillera. En nuestra ciudad, por supuesto, no aconteció un carajo, cómo era de esperar, salvo las tradicionales empanadas, locro y mate con pororó. Día en que los uniformados comparten su impunidad con el pueblo enloquecido por videomatch. Un día muy nuestro.
miércoles, 9 de julio de 2008
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