miércoles, 10 de febrero de 2010

Michael Jackson abusó de mí

una historia de locura, pasión y cumbia pastillera


-Chh chh. -Che vo.

Miro a mi alrededor y no hay nadie. “Maldita seas, estás alucinando nuevamente” me dice el pulpo místico que la NASA insertó en mi cerebro allá por los ´60.

-Che vo so el Yeims Goligoma que está investigando el caso del violín ese, e un gato ese e.

No podía dar crédito a lo que mis ojos veían: quién me había chistado en la calle desierta era un enano de jardín, que ahora me increpaba y me amenazaba con una faca.

-Loco, el gato ese me mandó en cana.

Me quedo sin palabras. Me despierta el enano de un cascotazo en la cabeza.

Intento calmarlo al pitufo duranga, le doy unas yapas diciéndole que pegan moño y se tranquiliza un poco, hasta que pasa una señora y le roba la cartera y la viola: el enano es el poronga del barrio.
Sin que pueda atinar a decirle algo me batió:

-Todo empezó con un ketún, kerosén y una tranza de pastillas. Yo lo amaba y el me cambió por una minipimer.

Gracias a dios esto último lo escuché de lejos, ya había corrido media cuadra.
Ahora por las dudas hago otro camino para volver del bar.





Depende de las ganas que se manejen está apetecible el enano.
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