La Peluda, sacadísima en Club La Unión
“No entiendo cómo hay gente que niega el rock” dice un chabón con campera de cuero negro, gafas violetas, pelo hasta la cintura y tres orejas. Dos donde las tiene todo el mundo y otra que tenía en la mano, y tenía también bastante sangre en la ropa. Sus amigos le dicen Sopapo locura, y sus víctimas Sopapo, no!!! por favor, nooo... Luego dice algo cómo “los voy a desollar y a ofrecer a Satán” mientras mastica la oreja y la baja con nafta común, después creo que dijo que los iba a amar en una forma muy sucia, pero no se si escuché bien porque justo comenzaba a sonar la banda soporte, Cucharón Waskeado y me encomendé en cuerpo y alma a mi misión: quería entrevistar a las bandas, entrevistar al público, entrevistar a la música, conocer a Shakira con siete Fernets encima y que me invite a acompañarla a su casa y, más que nada en el mundo, quería manguear algo para fumar, porque, ¿no es a eso a lo que venimos a los recitales? Pero el investigador suave del siglo veintipico la juega de banana, entrevistando a los grosos y a los pesados, los que tienen mal aliento, al que vende panchos (hacerse el que se interesa en la movida de las historias de vida, todo suma para el latrocinio). La banda muestra muy buenas aptitudes roqueras, ya para el tercer tema corroboran su fama de jodidos cuando invitan a cantar a la abuela de uno de los integrantes y en el final a pleno la empujan del escenario y le tiran la silla de ruedas por la cabeza, en otro tema incendian un perro y en el último se suicidan. Alto recital. Consigo varias pastillas en una cartera que me robe por ahí, digo, me encontré. Resultado: adrenalina total. Se viene el momento que todos esperan, va a tocar La Peluda y la locura se descontrola, al carajo las entrevistas, ya para esta hora tengo la corbata en la cabeza. La masa poguea con piñas y patadas porque se anda diciendo que La Peluda se paso de rosca y no va a tocar ni mierda. Cuando vienen los paramédicos a asistir a los heridos, un grupete misterioso les dice en un coro muy lúgubre “vení enfermerito” y los succionan hacia la oscuridad, a los veinte minutos ya los muchachos se llamaban Wanda y Wendi. Lo veo a Sopapo que le pisaba la cabeza a un vieja que estaba despatarrada en el suelo cerca del escenario. Nada tenía gollete en el universo cuando aparece nomás, La Peluda, peluche del infierno, volcán de estrógenos combativos. Lo primero que dice es que se estaba cagando las patas porque se pasó de rosca de Navidad y mezcló con lemoncello. Tocó sus éxitos más recordados, cómo Nery Pumpido me chupa la concha, El Papa tiene ano y es genial y Todos los monos toman falopa; intercalando con nuevas y sensibles composiciones entre las que sobresalen Pasáme la trincheta o cambiá de canal y No me jodas, militar además de su aclamada versión de Es una masa ser tres, de Las Trillizas de Oro, en la que triplica su ser para intensificar el sentimiento. Y La Peluda cantaba y se cagaba y el público se cagaba a trompadas, porque está todo bien, porque el rock es el rock.
“No entiendo cómo hay gente que niega el rock” dice un chabón con campera de cuero negro, gafas violetas, pelo hasta la cintura y tres orejas. Dos donde las tiene todo el mundo y otra que tenía en la mano, y tenía también bastante sangre en la ropa. Sus amigos le dicen Sopapo locura, y sus víctimas Sopapo, no!!! por favor, nooo... Luego dice algo cómo “los voy a desollar y a ofrecer a Satán” mientras mastica la oreja y la baja con nafta común, después creo que dijo que los iba a amar en una forma muy sucia, pero no se si escuché bien porque justo comenzaba a sonar la banda soporte, Cucharón Waskeado y me encomendé en cuerpo y alma a mi misión: quería entrevistar a las bandas, entrevistar al público, entrevistar a la música, conocer a Shakira con siete Fernets encima y que me invite a acompañarla a su casa y, más que nada en el mundo, quería manguear algo para fumar, porque, ¿no es a eso a lo que venimos a los recitales? Pero el investigador suave del siglo veintipico la juega de banana, entrevistando a los grosos y a los pesados, los que tienen mal aliento, al que vende panchos (hacerse el que se interesa en la movida de las historias de vida, todo suma para el latrocinio). La banda muestra muy buenas aptitudes roqueras, ya para el tercer tema corroboran su fama de jodidos cuando invitan a cantar a la abuela de uno de los integrantes y en el final a pleno la empujan del escenario y le tiran la silla de ruedas por la cabeza, en otro tema incendian un perro y en el último se suicidan. Alto recital. Consigo varias pastillas en una cartera que me robe por ahí, digo, me encontré. Resultado: adrenalina total. Se viene el momento que todos esperan, va a tocar La Peluda y la locura se descontrola, al carajo las entrevistas, ya para esta hora tengo la corbata en la cabeza. La masa poguea con piñas y patadas porque se anda diciendo que La Peluda se paso de rosca y no va a tocar ni mierda. Cuando vienen los paramédicos a asistir a los heridos, un grupete misterioso les dice en un coro muy lúgubre “vení enfermerito” y los succionan hacia la oscuridad, a los veinte minutos ya los muchachos se llamaban Wanda y Wendi. Lo veo a Sopapo que le pisaba la cabeza a un vieja que estaba despatarrada en el suelo cerca del escenario. Nada tenía gollete en el universo cuando aparece nomás, La Peluda, peluche del infierno, volcán de estrógenos combativos. Lo primero que dice es que se estaba cagando las patas porque se pasó de rosca de Navidad y mezcló con lemoncello. Tocó sus éxitos más recordados, cómo Nery Pumpido me chupa la concha, El Papa tiene ano y es genial y Todos los monos toman falopa; intercalando con nuevas y sensibles composiciones entre las que sobresalen Pasáme la trincheta o cambiá de canal y No me jodas, militar además de su aclamada versión de Es una masa ser tres, de Las Trillizas de Oro, en la que triplica su ser para intensificar el sentimiento. Y La Peluda cantaba y se cagaba y el público se cagaba a trompadas, porque está todo bien, porque el rock es el rock.
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3 comentarios:
IMPPRESIONANTE!!!
EL ROCK ES EL ROCK
jajajaj excelente
Aguante el vino con pastilla loco
lo leo una y otra vez!! no tiene desperdicio.!
adrian
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